(Lucas 8:4-15)
Un sembrador salió a sembrar... El que tenga oídos para oír, que oiga.
YO SOY LA TIERRA
DE JUNTO AL CAMINO.
Por mucho tiempo
me han pisoteado. No puedo pensar en Dios. De hecho no puedo pensar en casi
nada. Mi corazón es duro porque duro me
ha tocado vivir. Mi corazón está encallecido por el maltrato que se le
ha dado. Sólo conozco lo duro de la vida. Estoy compuesto de capas y capas
apretadas una sobre otra, compactadas por años de ser pisoteado por la
gente. Conozco la violencia. Es mi
lenguaje. ¿Alguien quiere pelear? Seguro se llevará una sorpresa de mi bravura.
Aunque hay días en que ni siquiera pelear me interesa. Siento que no valgo
nada, porque ese es el mensaje que me han dado por mucho tiempo, y he terminado
por creerlo yo también. ¿La Palabra de
Dios? ¡Qué buen chiste! Ahora cuéntame uno de vaqueros. Dios vive en
Disneylandia, como un personaje más de los que para velos hay que pagar
bastante dinero. No existe la esperanza, ni la alegría, ni la justicia ni la
bondad. Todo lo que hay es un horrible hoyo oscuro, en donde no hay nada, sólo
lo negro. Sólo tinieblas. Esa es la realidad.
YO SOY LA TIERRA
DE SOBRE LAS PIEDRAS.
¡Me encanta tu combinado! Estuve
a punto de comprarme uno parecido en Nueva York (¿o fue en Paris?) no me
acuerdo.
Pero precisamente no lo compré porque pensé: “seguramente ya se está
vendiendo en Monterrey y ya me lo chotearon.”
Esto
de Dios no sabes cómo me fascina. De que todos mis amigos andan en esto. La
semana pasada me invitó “la Chacha” Jones a una reunión. De que ¡Fue todo
mundo! Y la música estuvo sensacional. Sentí un calorcito muy rico que me
encantó. Además ahí estaban todos mis amigos y esto de Dios me fascina un
chorro. ¿Sabes cómo? Nos hablaron de Dios y de cómo Dios quiere
bendecirnos tanto y darnos tanta prosperidad. Eso sí que me gustó, porque eso
es lo más importante, la prosperidad. Voy a seguir yendo mientras me
hablen así. ¿Quién quiere ser mártir? Todos preferimos la seguridad, y que no
se ponga difícil la vida. He oído también que el Feng Shui es buenísimo. Y
también la Dianética, los cuarzos y las piedras. Es mejor navegar dejándose
llevar por el viento en un lindo velero. ¿Les platiqué que tengo dos? No sé,
estoy a punto de comprarme otro. Ay, Dios ayúdame...
YO SOY LA TIERRA
ENTRE ESPINOS.
No sabes cuánto nos parecemos tú
y yo. Aquí estamos presentes en cuerpo, pero nuestra mente está en otra parte.
Estamos nerviosos por otras cosas afuera. ¡Hay tanto de qué preocuparse! El equipo ganó ayer, sí, pero ¿y si pierden
la próxima semana? Hay que apoyarlos. ¿Que es solo un juego? No, hombre. No es
así. Hay mucho dinero metido. ¿Cómo le
voy a hacer para pagar el gas? Ahora sí que se nos vino la cuesta de enero hasta
febrero. Pero con este frío, ¿cómo no íbamos a prender el calentador? Y ahorita
viene el platillo de las ofrendas, pero Dios, ¿cómo quieres que presente
ofrendas, y de dónde voy a sacar para el gas? Seguro me lo van a cortar. Sí, yo he creído la Palabra, y no soy
superficial como el que acaba de pasar. A mí las riquezas no me distraen simple
y sencillamente porque no las tengo. Pero cómo me gustaría tenerlas...
Los placeres de la vida no son problema para mí, aunque en el fondo, ¡cómo
quisiera que fueran! Que mis preocupaciones fueran otras. El chiste es estar
preocupado. Sí, ya logramos pagar y
salir de un compromiso, pero ¿cómo le vamos a hacer para pagar el que
sigue?
YO SOY EL BUEN
TERRENO.
En
mí cayó la semilla y germinó, echando raíces extendidas y profundas. La verdad
no sé qué pasó. Yo no estaba aquí. Yo me identificaba en otro lado. No sabía
que yo era buen terreno. Mucho tiempo estuve junto al camino, pisoteado por la vida.
Pero la vida da muchas vueltas. De pronto hubo cambios. Los dueños de las
tierras cambiaron los rumbos de los caminos, y metieron el arado para quebrar
mi dureza. No sabía que yo era buen terreno. Yo era tierra que estaba sólo por
encimita de las piedras, pero el viento sopló y me levantó de ahí. La lluvia me
arrastró y vine a dar aquí. Cambié. No sé qué pasó. La vida me llevó a otros
lugares. No sabía que yo era buen
terreno. Lo último que recuerdo es que había cardos y espinos a mi alrededor.
Me ahogaban. No me dejaban respirar ni ver la luz. Pero algo pasó. No sé qué
fue. Una mano que arrancó los espinos y desarraigó las hierbas y malezas. No sé
porqué me dicen buen terreno. Yo he sido duro, superficial, cobarde, nervioso, distraído.
Pero es que la vida se encarga de cambiar las cosas, y ahora estoy aquí. Sin embargo
de nada sirve que ahora mi corazón esté dispuesto si no viene de arriba la
semilla. Yo por mí mismo no produzco nada que valga la pena. La cosecha no sale
de mi interior ni de mis recursos. Es
necesario que caiga en mí la semilla de arriba. Por más bueno y noble que sea mi corazón, no lograré jamás dar
fruto abundante sin la semilla de la Palabra que el sembrador ha de arrojar.
Es decir, que nuestros esfuerzos
por ser muy buenos quedan todos cortos y estériles si no recibimos de arriba,
del cielo, de Dios, la palabra que viene a nosotros como una semilla. Esa
Palabra es JesuCristo, semilla pequeña que ha sido lanzada desde arriba hacia
nosotros. Por eso, por más buen terreno
que pensemos que somos, no somos nada sin Cristo. La parábola del sembrador no
nos determina para siempre como el tipo de suelo que somos. No podemos voltear
a los demás y juzgarles con orgullo diciendo “¡Qué suelo tan superficial,
deberían todos ser como yo, el buen terreno!” Sabemos que vivimos en un mundo
que da muchas vueltas, y que las cosas cambian. Por eso, hay que buscar a Dios mientras
puede ser hallado, y llamarle ahora en tanto que está cercano...Que caiga la
semilla de la Palabra hoy y aquí. Que nada la detenga de dar su fruto abundante
entre nosotros. Dios, tenemos oídos y queremos oír. Habla tu Palabra de vida que
es JesuCristo. Aun si ahora no da la respuesta que deseas, que eso no te
detenga de sembrar. Tal vez ahora ya no somos tierra compactada y encallecida
en la que el enemigo se lleva la Palabra, y tal vez ahora ya no somos tierra
sobre piedras, superficial, y ya no somos tierra entre espinos, ahogados por
las preocupaciones. Pero no dejes de decir la Palabra, Señor. Que caiga otra
vez tu semilla del cielo. Porque antes éramos otro tipo de tierra, y ahora
queremos dar buena cosecha.
El que tenga oídos para oír, que oiga...
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