Lectura: 1 Timoteo 6:11-16
Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna. —1 Timoteo 6:12Estas cosas os he escrito a vosotros que creTis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenTis vida eterna. -1 Juan 5:13 -->
Recientemente, la trilogía clásica de Tolkien, El Señor de los Anillos, cobró vida por medio del cine. En la segunda historia épica, el héroe, Frodo, alcanzó un punto de desesperación y cansado le confió a su amigo: «No puedo hacer esto, Sam». Como buen amigo, Sam le dio un vehemente discurso: «Es como en las grandes historias… estaban llenas de tinieblas y peligros… la gente de esas historias tuvo muchas oportunidades de volverse atrás, pero no; siguieron adelante. Porque se aferraron a algo». Esto instó a Frodo a preguntar: «¿A qué nos estamos aferrando, Sam?»
Es una pregunta significativa, una pregunta que todos debemos hacernos. Al vivir en un mundo caído y quebrantado, no es de extrañar que algunas veces nos sintamos abrumados por los poderes de las tinieblas. Cuando lleguemos al borde de la desesperación, listos para tirar la toalla, haremos bien en seguir el consejo de Pablo a Timoteo: «Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna» (1 Timoteo 6:12).
En las batallas de la vida, aferrémonos al hecho de que, al final, la buena voluntad triunfará sobre el mal, de que un día veremos a nuestro Maestro y Líder cara a cara y reinaremos con Él para siempre. ¡Tú puedes ser parte de esta gran historia, sabiendo que, si has confiado en Jesús para salvación, se te garantiza un final victorioso! —JMS
Muchos verdaderos creyentes en Cristo están plagados de dudas en cuanto a su salvación. Aunque han venido a Cristo en arrependimiento y con fe, todavía se preguntan, «¿Realmente iré al cielo?»
Mi difunto esposo Bill a menudo contaba acerca de algo que le sucedió cuando tenía dos años. Un día, desobedientemente vagó de su casa y se perdió. Cuando sus padres se dieron cuenta que no estaba, salieron a buscarlo. Finalmente, para el inmenso alivio de todos, vieron a su niño lloroso y lo llevaron de vuelta seguramente a casa.
Días después, Billy escuchó a su madre contarle el incidente a un visitante. Cuando llegó a la parte cuando salieron a buscarlo, Billy comenzó a revivir la historia. «¡Mamá, mamá!» sollozó. «¿Y me encontraron?» Sorprendida y profundamente conmovida por la duda de su niño, lo abrazó y dijo, «¡Por supuesto mi hijito! ¿No te acuerdas de aquel feliz momento? Mira, ahora estás con nosotros, y nos aseguraremos de que siempre lo estés». Eso consoló a Billy, porque aceptó la palabra de su madre.
La carta de 1 Juan en el Nuevo Testamento fue escrita para darles a los creyentes la seguridad de la salvación. Dicha seguridad puede ser tuya cuando le tomas la palabra a Dios.
Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna. —1 Timoteo 6:12Estas cosas os he escrito a vosotros que creTis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenTis vida eterna. -1 Juan 5:13 -->
Recientemente, la trilogía clásica de Tolkien, El Señor de los Anillos, cobró vida por medio del cine. En la segunda historia épica, el héroe, Frodo, alcanzó un punto de desesperación y cansado le confió a su amigo: «No puedo hacer esto, Sam». Como buen amigo, Sam le dio un vehemente discurso: «Es como en las grandes historias… estaban llenas de tinieblas y peligros… la gente de esas historias tuvo muchas oportunidades de volverse atrás, pero no; siguieron adelante. Porque se aferraron a algo». Esto instó a Frodo a preguntar: «¿A qué nos estamos aferrando, Sam?»
Es una pregunta significativa, una pregunta que todos debemos hacernos. Al vivir en un mundo caído y quebrantado, no es de extrañar que algunas veces nos sintamos abrumados por los poderes de las tinieblas. Cuando lleguemos al borde de la desesperación, listos para tirar la toalla, haremos bien en seguir el consejo de Pablo a Timoteo: «Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna» (1 Timoteo 6:12).
En las batallas de la vida, aferrémonos al hecho de que, al final, la buena voluntad triunfará sobre el mal, de que un día veremos a nuestro Maestro y Líder cara a cara y reinaremos con Él para siempre. ¡Tú puedes ser parte de esta gran historia, sabiendo que, si has confiado en Jesús para salvación, se te garantiza un final victorioso! —JMS
Muchos verdaderos creyentes en Cristo están plagados de dudas en cuanto a su salvación. Aunque han venido a Cristo en arrependimiento y con fe, todavía se preguntan, «¿Realmente iré al cielo?»
Mi difunto esposo Bill a menudo contaba acerca de algo que le sucedió cuando tenía dos años. Un día, desobedientemente vagó de su casa y se perdió. Cuando sus padres se dieron cuenta que no estaba, salieron a buscarlo. Finalmente, para el inmenso alivio de todos, vieron a su niño lloroso y lo llevaron de vuelta seguramente a casa.
Días después, Billy escuchó a su madre contarle el incidente a un visitante. Cuando llegó a la parte cuando salieron a buscarlo, Billy comenzó a revivir la historia. «¡Mamá, mamá!» sollozó. «¿Y me encontraron?» Sorprendida y profundamente conmovida por la duda de su niño, lo abrazó y dijo, «¡Por supuesto mi hijito! ¿No te acuerdas de aquel feliz momento? Mira, ahora estás con nosotros, y nos aseguraremos de que siempre lo estés». Eso consoló a Billy, porque aceptó la palabra de su madre.
La carta de 1 Juan en el Nuevo Testamento fue escrita para darles a los creyentes la seguridad de la salvación. Dicha seguridad puede ser tuya cuando le tomas la palabra a Dios.
Las pruebas de la tierra son pequeñas comparadas con los triunfos del cielo.
LA OBRA DE CRISTO NOS DA SALVACIÓN; LA PALABRA DE DIOS NOS DA SEGURIDAD
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